Ilustración de Arthur Rackham |
Nos sentamos en nuestro jardín,
entre azaleas, en lo alto de la ciudad.
Mi hermano revuelve la tierra de las macetas y asoma un puñado por la
barandilla de la terraza, como si fuera a dejarla llover sobre los transeúntes,
a muchos pisos por debajo de sus manos.
Se levanta y se sienta varias veces en el borde, y sé que quiere oírlo.
- Inés, cuéntame un cuento. Aquel que me gustaba, el de los gatos.
Sólo mi hermano me habla, así que
yo le cuento y le cuento durante horas. Había una vez un gato pequeño que se asomaba
al vacío cada mañana. Roberto
palmotea y abre mucho los ojos. Nicolás, quería probar la historia de las
siete vidas, continúo. El niño
suspira.
- Más deprisa, Inesita,
anda. Que no busque peces, que no juegue
con los otros gatos, sólo que salte. Que salte ya.
Tenía una vida estupenda, le digo. Vivía
en un ático enorme, con terraza y arenero.
Pero el gatito Nicolás quería volar. Tú
ya sabes que los gatos no vuelan, tesoro, pero en el fondo, eso da igual. Tampoco los niños.
- Vamos que salte, va a venir
mamá y me mandará bajar para la cena.
Una tarde de sol, probó a asomar una de las zarpas delanteras. Se agazapó un poco y dejó que el viento soplara
entre las uñas extendidas mientras pensaba que el salto, un salto valiente con
voltereta, bien valdría una de sus vidas.
Mi hermano frunce el ceño, sabe que no voy a avanzar mucho más
deprisa. A mí lo que me sobra es tiempo. Trae la mano, Roberto. Extiende el brazo inclinándote un poco más ¿Ves? Sólo da miedo un momento. Le guío hasta el borde mientras rozo su pelo con los labios. Le echo de menos.
Oímos a mamá en la escalera. Se asoma y llama a mi hermano. No me ve, claro, sólo lo mira a él, y lo abraza muy
seria. Si sigues asustándome así, voy a tapiar esta puerta, le dice. A mí nada, mira hacia afuera estremecida y lo
empuja suavemente hacia la casa. Él se
vuelve una vez más y le sonrío. Mañana te lo cuento otra vez, hasta el
final. Verás qué vértigo, le digo. Y
mientras mi familia baja al comedor, yo me desvanezco de nuevo. De un salto.
Rocío!!! Pero qué fuerte! La hermanita se las trae... y el niño, inocente, buscando ese salto, pues que la madre se ande lista porque antes o después lo tira.
ResponderEliminarUn abrazo enorme
Rocío, he leído el microrrelato con el corazón encogido de miedo al pensar que saltaba. La historia produce, dentro del terror que se asoma a la barandilla, tenura porque la niña muerta echa de menos al hermano, esa mirada, esa no-mirada de la madre (claro, no la ve) cuántas cosas ya no verá la pobre madre, y la inocencia del hermano.
ResponderEliminarMe ha encantado, Rocío, enhorabuena.
Ya inquieta y angustia pensando en un principio que son niña y niño hermanos, pero cuando descubrimos que son niña(muertita, vaya fantasma, vaya que me da que ya probó ella el salto), y niño vivo...Te ha quedado medio Patro/medio Silvina Ocampo
ResponderEliminarTe voy a llamar la nueva Matute ;)
Este micro no lo conocía malandrina...
Eres la reina de los relatos de niños. ¡Qué poderío tienes, cómo inquietas, cómo nos llevas hasta el final casi sin un respiro!
ResponderEliminarBesos. Más.
Gracias chicas,
ResponderEliminarAnita, sí que se ande lista porque a mí también me da que lo tira... Beso
Ángeles me alegro de que te haya gustado. Yo también titubeaba entre sentir lástima por ella y angustia por él. Más besos
Rose, ¡ya quisiera yo! pero gracias cariño ;-) No conocías ni este ni el de la muñeca en el árbol porque en este caso los escribí expresamente para la entrada (a partir de las imágenes). O sea, lo escribí por la noche y lo programé para la mañana... Besos
Lolilla, gracias, me alegro de ese "casi sin un respiro" ;-) Mil besos para ti también, guapa
Llegó tarde y coincido con todos mis compañeros. Recuerdo que la primera vez que te leí, decía Rosana que tenías una voz propia con mucha fuerza. Y acertaba de lleno, como siempre. Pero además, hoy me gustaría resaltar la elegancia de tu prosa, la exquisitez en el contar. Tus textos son para leer en voz alta y disfrutar. Hoy, otra prueba más de ello. Genial.
ResponderEliminarAbrazos.
Ay, Agus, muchas gracias ¡qué emoción! ;-)
ResponderEliminarUn abrazo
Llego tan tarde que solo me queda sumarme a los eleogios anteriores. Y sí, yo tendría cuidado que ese mañana te lo cuento hasta el final es como una amenaza
ResponderEliminarSaludillos
Hola rocio,acabo de encontrar tu maravilloso blog ,pero que calladito lo tenias¡¡¡
ResponderEliminarme ha impresionado,me encanta y me da mucha envidia,hace muchos años yo escribia,y no se me daba mal ,pero después de leer esto,que complejo¡¡¡
bueno ya tengo otro rincón para perderme y robar horas al sueño...
un abrazo
Aranzazu
Aranzazu ¡gracias!
ResponderEliminarSí que lo tenía calladito, jeje, es que no es algo que salga fácilmente en una conversación cualquiera, y me da un poco de apurillo ;-). De hecho, yo escribo desde hace muchos años pero el blog no tiene ni dos meses, y hasta ahora ni siquiera mi familia me leía. Les sonaba que me gustaba escribir y poco más...
Gracias por tus palabras, guapa, nos leemos por aquí, un beso.
Uy Puck, veo que lo has escrito antes pero lo he visto para publicar más tarde, disculpa guapa. Muchas gracias... sí era una amenaza, menos mal que lo dejé ahí y con un poco de suerte la mami le taparía la puerta :-). Besos
ResponderEliminarYa te he dicho que los relatos con niños me sensibilizan especialmente, nó? pero tus letras son de una delicadeza y un criterio tan cabal, que hasta los niños del demonio son tiernos.
ResponderEliminarMe gustó mucho Rocío! y seguro que la niña no tenía maldad, qué va! extrañaba a su hermano...
Te dejo un abrazo.
Gracias Claudia, qué comentario más bonito. Me encanta que te parezcan tiernos todos mis niños, a mí también me parece que la pobre muertita no cree que hace nada malo. (Qué miedo) ;-)
ResponderEliminarUn beso
¡Éste me ha encantado!
ResponderEliminarEsa mezcla entre terror y ternura... Me encanta quedarme con la duda de si la hermana lo echa tanto de menos que lo incita a saltar.
Pues yo creo que no deja de intentarlo lo que no sé es si lo consigue... ;-) Besos
ResponderEliminarSupongo que es lindo tener quien te escuche cuando se es sólo un espectro. Pero, claro, siempre es mejor jugar entre iguales. Claro.
ResponderEliminarLindo también el relato. Lindo.
Besos payasos.
Gracias Kum*,
Eliminarsupongo que es bonito, sí... si yo fuera un fantasmita a mí me gustaría...
Gracias corazón ;-)