sábado, 19 de enero de 2013

Náufragos


Yo creo que ya estamos muertos. Mi hermano no lo tiene claro, se observa los dedos arrugados y dibuja dragones marinos en la arena con los pies descalzos. Niega despacio, sin mirarme. Y mamá ya no llora ni nos abraza. A veces dirige la mirada hacia los niños pero parece estar viendo algo al otro lado de nuestros cuerpos, mucho más allá. 

La pequeña Sara desapareció anoche, los mayores aún no la han encontrado. Y hoy, por primera vez, han cazado algo para cenar. Mamá no lo prueba. Yo creo que estamos todos muertos.

sábado, 12 de enero de 2013

Burbujas

Imagen publicada por Anton Batov en Psykopaint
Me acerco al borde y el niño sumergido me mira desde el fondo, muy quieto.  Si se pone serio, con los ojos abiertos y fijos, no da tanto miedo, aunque no parpadee y tenga los labios de color morado.  Tiene una mata de pelo castaño que se mece ligeramente, en paz, como una población de algas finas y oscuras sobre un lecho de coral azul.  Debe de ser muy suave; por un momento casi me dan ganas de extender la mano y dejarme caer allá abajo, despacio.   

Cuando se ríe, la caravana de burbujas que salen de su boca rompe la superficie con fuerza y hace que el agua parezca hervir.  Se oye un revuelo de ecos en mi cabeza, un zumbido sordo y nítido, que me hace temblar.  Imagino que soy un calamar gigante sorprendido por la sirena de un submarino.  Su sonido me alcanza cargado de presión, de borboteos, de pequeñas explosiones que parecen sonarme por dentro y estremecen mis tentáculos, si los tuviera.  

Todo eso se oye cuando ríe. Todo menos su risa, la que sonaba cuando estaba vivo.  Y es entonces, al recordar que no es él, cuando empiezo a chillar como un loco y corro hasta la casa a esconderme bajo el hueco de la escalera.  Y mis gritos, por fin, acallan el ruido de la sirena, pero no me doy cuenta y mamá viene a regañarme por el escándalo.  Me mira, me toca la ropa y el pelo empapados y me abraza.  Y me recuerda que mi amigo ya no está, que ya no es.  Y me lleva hasta el borde aunque yo no quiero y allí no hay nadie. Y me promete al oído que este verano cercaremos la piscina con una valla muy alta, de madera blanca, para que no se caiga nadie y para que nunca, nunca, encuentre más niños muertos que se ríen en silencio desde el fondo.

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Feliz año nuevo :-)