domingo, 28 de octubre de 2012

Con las manos vacías


Imagen tomada de la red

Vuelvo a mirar la calle y me asombro al ver que las farolas ya están encendidas.  Casi no alumbran.

El joven que se acerca titubea frente a un portal y continúa.  Parece fundirse entre las sombras.  Imagino que es la persona a la que espero y pienso en ti durante un instante tan breve que apenas se distingue del siguiente.

Suena el timbre y compruebo que es él, el desconocido de mi cita, él, quien esta noche me obligue a olvidarte y me recuerde que mi amor, tu furia y mi huida me dejaron donde estoy, sepultada entre mil noches sin luz y con las manos vacías.

domingo, 21 de octubre de 2012

EL PLAN


Imagen tomada de la red


Teníamos un buen plan.  La pecera en el suelo incitaría a nuestro gato a tratar de capturar los dos peces de colores que trajeron los Reyes.  Se volcaría: papá siempre corriendo, su pie sobre el agua y un precioso mortal, gritos y esas cosas.  Tendría que romperse las piernas, o por lo menos una, ya acordamos que un brazo no iba a valer para nada.  Con la pierna rota ya no podría marcharse, mamá le haría compota de manzana y se darían besos, seguro.

Estuvimos sentados junto a la pecera durante horas, estudiando el ángulo, frenando al gato.  Con el tiempo mamá tiró los cadáveres de los peces por el retrete, llenó la bola con piedrecitas y al final la subió al desván.  Mi hermano y yo todavía miramos hacia la puerta muchas, muchas veces.

domingo, 14 de octubre de 2012

Lo que tiene la lluvia

Imagen tomada de la red


Cuando llueve ceniza, papá se comporta de un modo extraño.  Sonríe como los bobos y se sobresalta por nada.  Sale a la terraza, comprueba si ha parado.  A menudo recoge un pellizquito de polvo gris, lo olisquea entre los dedos, inspirando profundamente, y lo esconde en el bolsillo del chaquetón.

A mamá, en cambio, le encanta la lluvia de pétalos.  Cuando era pequeño cualquier ocasión era buena para cubrir las aceras.  Si tenía un nuevo amigo, si me comía toda la fruta, nos asomábamos juntos por mi ventana y dejábamos caer aquella tormenta suave de colores.  Ahora sólo baja los sábados de mayo a llorar a las novias desde el primer banco del parque.  “Te llueven los ojos” le digo, y ella sonríe un poco.

Algo tendrá la lluvia.  Mi favorita es la que moja, la lluvia de invierno que barre las calles, la que azota, la que me limpia la cara mientras miro hacia arriba con la boca abierta, la que revive las flores, la que consigue apagar esos fuegos que enciende papá. 

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Queridos cuentistas y amigos,
Mis días siguen siendo igual de cortos pero os he echado de menos.  
Vuelvo con la sensación de que no he logrado organizarme del todo, aunque me he pintado en la muñeca un reloj y creo que funciona :-)