Imagen tomada de la red, por Georgy Nuzhdin |
Se despierta de golpe. Está oscuro y aún queda mucho para que mamá venga a llamarlos. Estira la mano despacito y nota que su hermana está, como siempre, durmiendo a su lado. Se levanta en silencio y asoma la cara entre las cortinas. Los observa sin hacer ruido. Elena se acerca a abrazarlo y lo guía de vuelta.
―Ya vale ―susurra― vuelve a la cama.
En realidad no hay nada nuevo que ver. El parque está casi cubierto por cartones y la gente se amontona tratando de mantener el calor. Algunos duermen, se remueven incómodos. Muchos lloran. Las madres dejan que los niños apoyen la cabeza en su regazo. Los sigue viendo un rato después de cerrar los ojos.
Se duerme. Se despierta de golpe. Sigue oscuro y tiene mucho frío. Extiende la mano para buscar la de Elena pero roza el cartón y recuerda. En su ventana, la de su habitación, tres caritas los miran en silencio.
Para Alonso, que me regaló la historia (entre otras muchas) y me dio permiso para escribirla
Me acabas de provocar un escalofrío, así que mejor no imagino lo que sentirá alguien que sea padre o madre. Creo que deberíamos, todos, hacer terapia, porque con esta situación nos salen unas historias estremecedoras. Aunque pensándolo bien, hacer esto también es una buena manera de desahogarse.
ResponderEliminarMe encanta el detalle de la ventana, como algo básico que define un hogar y su calidez.
Saludos.
Gracias Alberto,
EliminarLa verdad es que sí, escribir desahoga mucho :-). El detalle de la ventana, como la historia, no es mío. Lo escribí yo pero la historia me la regalaron casi íntegra, incluso con ese detalle.
Un beso
Desasosegante...
ResponderEliminarProvocas escalofríos.
Otro micro para ese libro tan esperado
Gracias Fer,
Eliminaren esta ocasión, como ya he dicho en la dedicatoria y en el otro mensaje, el mérito de los escalofríos no es mío. Yo sólo lo escribí según me lo contaron y pedí permiso para publicarlo. Si alguna vez escribiera un libro (que de momento ya sabes que no ;-)), éste tendría que ir con "doble autor" :-P
Besos
Rocío este micro ciclíco en su secuencia de despertares, no sólo es desasosegante sino que además es espectacular. Las tres caritas mirando por la ventana del que una vez fue su hogar ....es ciertamente una realidad muy, pero que muy, triste.
ResponderEliminarEnhorabuena y como ya te dijeron ánimo y a publicar.
Un beso de Laura.
Gracias Laura, guapa,
Eliminara veces puede que parezca mejor no despertar tanto (o tantas veces como el niño del cuento), pero si seguimos dormidos... puede que despertemos así.
Muchos besos
Rocío, este micro esta tan buen y provoca una tristeza tan honda.
ResponderEliminarNarrado en el tono preciso a la realidad de la historia, consigues ficcionalizar una realidad que golpea, hasta herir, la conciencia de lector.
Transmitele mi felicitación, también, a Alonso. Se la merece.
Un abrazo,
Pedro,
Eliminarme alegro de que te haya gustado (ya sé que gustar no es la palabra :-)). Alonso se merece la felicitación sí, creo que al final dejará de contarme las historias a mí para empezar a escribir él... y perderé una fuente de inspiración increíble ;-)
Otro abrazo
Solo una cosa, Rocio: es inquietante y llena de tristeza. Tienes a la hora de escribir algo que hace removerse inquieto al lector, en el buen sentido lo digo.
ResponderEliminarBesitos
Gracias Elysa, corazón, ya sé que tú todo lo dices siempre en el buen sentido ;-) Beso gigante
EliminarMe ha gustado mucho, Rocío. Sobre todo porque transmite fragilidad, delicadeza y ternura. ¿es el Alonso que yo creo quien te contó? :)
ResponderEliminarAnita... Sí, el mismo, lo curioso es que te lo cuenta sobre la marcha, verbalmente y casi tal cual. Besitos
EliminarLas historias con niños siempre me provocan mucho desasosiego. Está escrito con mucha ternura, sin dramatismo, pero te deja el corazón encogido y un nudo en la gargante. ¡Dios, que mundo para nuestros hijos!. Un beso.
ResponderEliminarMar,
Eliminarjo, la verdad es que casi es más fácil no pensar en la realidad implícita, porque pensar en que nuestros hijos se vean en esa situación es como para dejar de dormir durante el resto de nuestra vida. Y la cosa es que los periódicos y los telediarios están repletos de casos... pero aún más cerca que los casos de las noticias hay decenas de familias en el borde. Tremendo.
Un beso y gracias
Nadie puede irse de aquí, igual que como entró. Tus relatos, Rocío, tienen esa cosa sutil, pero por eso mismo desgarradora, que hace que nos estremezcamos y pensemos.
ResponderEliminarAbrazos,
Gracias Claudia,
EliminarCómo me alegra lo que me dices :-)
Un beso muy fuerte
Que te voy a decir de "tus niños" Rocío que no sepas...Arrugadito me dejas el corazón...Enhorabuena a ti y a tu contador de historias.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Rosa, gracias cariño,
EliminarLe transmito la enhorabuena a mi "cuentacuentos" :-). Y muchos besos (desde aquí abajo)
un relato de los que nos encogen el corazón... El cruce de miradas desde la ventana y desde fuera nos deja sin palabras. La historia no será tuya, pero las palabras sí, enhorabuena a los dos.
ResponderEliminarGracias Puri,
Eliminareso es, justo. Las palabras las puse yo, pero el detalle del cruce de miradas tampoco es mío (jo, igual tenía que haber firmado con su nombre directamente ;-) )
Besito
Enhorabuena a los dos, ya ni te digo porque tengo la sensación de repetirme pero eres la Matute del siglo XXI, por esa especial sensibilidad en tus cuentos con niños.
ResponderEliminarBesico
Ayyyyyyy, Rosana, cada vez que me dices eso gano 5 kilos :-D
EliminarGracias tesoro. Muacs
Vertiginosa inversión inesperada la del cierre del relato.
ResponderEliminarUn abrazo, Rocío
Hola Gemma, guapa,
Eliminarcomo les he dicho a casi todos... tampoco, no, ni siquiera la inversión es mía. Me contaron la historia como una idea para un posible micro pero me la pusieron tan en bandeja y con tanto detalle que traté de escribirlo de la forma más fiel posible, casi como la escuché.
Un beso (y a ver si nos vemos pronto :-))
Uff, aterrador lo que ve el niño por la ventana y cómo nos llevas a formar parte del paisaje en un solo roce. Genial. Podías ponerlo en la siguiente jornada de relatos indignados. Espero que se apacigüen las aguas y vuelvas a escribir. Un abrazo.
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