No me gustan los cruceros. Antes nada era igual. Recuerdo que papá me llevaba a hombros al parque. Montaba en el columpio que subía más alto y él me empujaba con fuerza. El aire se me echaba encima y reíamos a carcajadas. Mamá nunca podía venir con nosotros porque él quería verla en casa a su vuelta. Ella no se reía, y ya no están juntos. Mi padre ahora sólo me tiene a mí, a veces, cuando tengo vacaciones.
El balanceo me revuelve el estómago. Me duermo, me despierto, me duermo un poco más. Papá mira muy serio a través del ojo de buey hacia la noche redonda. Ha llenado mi mochila con algo que pesa bastante. Parecen piedras. Me la coloca a la espalda, y me ata el cierre de la cintura, con cuidado, sin pellizcarme ni nada.
Llego en sus brazos a la cubierta inferior. Me sienta en la barandilla con las piernas colgando por fuera, como en el columpio aquel. Me descalza, para que no se me caigan los zapatos nuevos sobre el mar negro. Tengo vértigo, le digo. Me besa la cabeza y me empuja. El mar se me echa encima. El agua está helada. Miro hacia arriba. Para qué las piedras. No sé nadar.
Las piedras son para apedrearle a él, espera que suban las sirenas con ganas de venganza. ¿Qué es eso de tirar niñas al mar?
ResponderEliminarEl muy...
Me sumo al comentario de Luisa pero además, lo pongo en mi microteca.
ResponderEliminarSi no te agrada la idea, Rocío, hacémelo saber y lo quito inmediatamente.
Perdón por el atrevimiento.
Beso grande
Luisa, hay papás que no merecen el nombre... el muy, sí. Besos y gracias
ResponderEliminarPatricia guapa, no sólo me agrada sino que además me has sorprendido ¡gracias! este micro es uno de esos con los que se duda sobre si publicar o no (la otra opción era olvidarme de él). La historia me gustaba pero el micro se me resistía. Me has alegrado el día, mil besos.
Rocío vienes con fuerzas eh!!!
ResponderEliminarUff, y después fallaría en el intento de suicidio el muy...
Muy duro y muy bueno. Con tu permiso me lo llevo a mi muro de fb.
Besazos desde el aire
Joder, qué final, Rocío. Con el buen cuerpo que tenía yo hoy... Nada, de todos modos me gustó.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gusta mucho el final porque te pasas el relato esperando una explicación al título o mejor dicho suponiendo que la niña se lo pregunta antes de saltar, no después.
ResponderEliminarYa vas teniendo para un libro de micros sobre niños muertos...
"Me besa la cabeza y me empuja" y yo me pregunto ¿para qué la besa?.
ResponderEliminarSupongo que la niña acaba con su madre muerta ¿la mató el padre tambien?. En fin, como ves la muerte me provoca dudas.
Buen micro Rocío aunque escalofriante.
Abrazos
Rosa, corazón, gracias, ya te contesté allí :-)
ResponderEliminarVíctor, muchas gracias, me alegro de haberte dejado mal cuerpo. La verdad es que debería preparar manzanillas virtuales :-)
Gracias Fer, como sabes no me llegan para un libro quizá una especie de tríptico, muy cortito ;-)
Ángeles, con tu permiso lo destripo... No sé si recordarás la noticia en la que está inspirado. Hace unos meses un padre secuestró a sus dos hijas durante el periodo de visitas para "castigar" a la madre. Se supone que las lanzó al mar desde un barco en el que se sabe que montaron. También se dijo que las trataba con cariño, no había maltrato previo. ¿La recuerdas? mandaba postales dando pistas de los lugares por los que iba con ella... Normalmente no plagio la realidad tan descaradamente, pero en esta ocasión pensaba en esa noticia. Gracias por comentar, guapa y besitos.
Fabuloso! Sin desperdicios. Impactante final. Saludos cordiales.
ResponderEliminarSe me han saltado las lágrimas, Rocío. ¡Qué bien contado ese soltar lastre del padre! El detalle de los zapatos, espeluznante. Una artista en esto de los niños y su alrededor, a veces tan descarnado.
ResponderEliminarAbrazos temblones.
Estoy con Fer, el título consigue enganchar y hacer leer con velocidad buscando una respuesta. Es triste desde el principio y el final es como un bofetón. Muy bueno. Muy conseguido. Saludillos
ResponderEliminarQué más puedo agregar a todo lo ya dicho? Que me e.n.c.a.n.t.óooooooooooooo!! No me ves pero estoy aplaudiendo clap clap clap
ResponderEliminarLo llevo a FB Besotones, Rocío!
Maravilloso por su concisión y amplitud.
ResponderEliminar...Pero, ¿y el premio? Se lo merece.
Eduardo
Uno de esos micros que no se olvidan. Yo destacaría el detalle de los zapatos.
ResponderEliminarSaludos.
Susana Camps
Estremecedor, desgarrador y genial. El tema de este microrrelato es bueno en sí mismo, y bien redactado, pero, para mí, lo más difícil es tener la inteligencia de escribir como lo haría una niña.
ResponderEliminarUn lujo tu casa.
Hasta la próxima.
Jope Ro, acabo de hacer un comentario y se ha ido a hacer puñetas.
ResponderEliminarQué lata el blogger a veces.
Te decía que opino como Lola: tienes una sensibilidad especial para captar la psicología infantil y narrar desde su estatura, y es una opción arriesgada porque no a todo el mundo le queda creíble.
Ya sabes que yo te llamo la Matute de los micros sobre niños.
Un abracico
Si que llego aquí en buen momento. Me apunto a esa manzanilla virtual. Triple, por favor, que el micro me ha dejado muy revuelta.
ResponderEliminarEduardo (S.A.D.E. Villa María) – me alegra que te guste. Gracias y bienvenido.
ResponderEliminarLola – jo, como me emocionan siempre tus comentarios, ya sé que te lo he dicho otras veces... Gracias guapa. Y muchos besos.
Puck – sí, elegí el título claramente después de terminar el micro ;-) y titular no suele ser lo mío, así que me alegro. Gracias y besos
Sandra - ¡gracias! Qué ilusión me hace :-). Muchos besos
Eduardo – Jo, no había premio… la protagonista por su obediencia se ganó la eternidad (según cada cual). Muchas gracias por tus palabras y un abrazo fuerte
ResponderEliminarSusana – pues a mí también me gustan los zapatos, creo que esas incongruencias se dan realmente así (aunque cualquiera se pone en la mente de ese padre). Gracias guapa, besos.
Mercedes querida, qué ilusión me hace tu comentario. Me alegra mucho que te guste especialmente la voz de la niña que es, precisamente, lo que buscaba. Gracias y mil besos.
Rosana, corazón, encima doblando turnos con blogger :-) Gracias reina, cada vez que me mencionas eso me sacas los colores (y me encanta claro, jej). Besos especiales y enormes
Montse – ay, hija, es lo que tienen los padres puñeteros :-) (y eso que no es broma). Te la sirvo enseguidita, muchos besos.
Sírveme una a mí también hija, que me has puesto piel de gallina. Piensa en serio lo del libro, eh?
ResponderEliminarEs un micro muy bueno, duro, pero bueno. Y ya ves que la realidad no se queda corta.
Abrazos,
Claudia, he comprado infusiones de reserva, la tuya con mucha azúcar :-) Gracias guapa, es verdad que la realidad no se queda corta, de hecho a veces es peor... Muchos besos
ResponderEliminarClaudia... *mucho azúcar :-) es que ya no son horas, ayy
ResponderEliminarAy, Rocío, ¡qué triste es este texto! Me gustaría abrir la tripa del padre y llenarla de piedras y lanzarle a él al mar (como a los lobos en los cuentos clásicos). Aunque más que la acción del padre, lo que más me ha impactado ha sido la narración de los acontecimientos por parte del niño, consciente de toda la situación.
ResponderEliminarAh, leyendo los comentarios he visto que todos interpretan que es una niña pequeña la que es lanzada al mar. Yo me he imaginado a un niño. Independientemente del sexo, los pequeños son siempre los más desprotegidos...
Besitos veraniegos (en tierra firme)
¿Esto es un padre? Yo también me he imaginado a un niño, como Acuática, lo que me ha dado rabia es esa actitud del niño de dejarse hacer... es un gran relato Rocío, duro, pero como tú dices, la realidad por desgracia, supera a la ficción.
ResponderEliminarBesos
Ay, qué bestialidad. Ojo con los impactos que atraviesan a los lectores.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
PABLO GONZ
Acuática, en la primera versión creo que había algún adjetivo que desvelaba el género, aunque en el fondo da igual (en mi mente era niña). Voto por el tratamiento del lobo :-). Besos
ResponderEliminarPuri, sí, como he dicho por ahí en este caso estaba pensando en una noticia real cuando lo escribí. Gracias guapa
Pablo, jeje, sí que es una bestialidad por eso ofrecía manzanillitas más arriba ;-) Muchos besos y gracias
Madre mía, Rocío. Tan intenso que duele leer este micro. Vaya final: "Para qué las piedras. No sé nadar". Inmejorable!
ResponderEliminarGracias Pablo, me alegra que te haya dolido ;-)
ResponderEliminarAbrazos
Gracias Rocío, no me ha dejado indiferente tu relato. Mezclas muy bien ternura, machismo, tragedia, y todo bien ligado desde principio a fin con el detalle empedrado.
ResponderEliminarEfectivamente, como alguno ha comentado desearía que en el próximo capítulo se suicidara el padre, pero más castigo tiene muerto en vida...
Felicidades.
Arte Pun, mil gracias, si te sirve de consuelo (no sé yo) el padre real en el que me inspiré creo que sí se suicidó :-( Buff.
ResponderEliminarGracias otra vez y un abrazo
tremendo relato. muy intenso.
ResponderEliminarsaludos.
Gracias Emiliano. Y bienvenido. Abrazos
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