Justo después de conocer a Clara Varela el día de la quedada, me tocaba entregar mi texto para una de sus ilustraciones, así que estos días todo tiene relación con lo mismo.
Me tocó una ilustración preciosa, y dos compañeros de escritura que eligieron temas totalmente diferentes. Los otros dos textos son de Elena Díez Fernández y Rubén Gozalo, que podéis leer aquí.
Ilustración de Clara Varela |
Gracias por todo Clara
Duérmete niña
Ahora
siempre es papá quien me acuesta. Las sábanas tienen más arrugas y el
embozo, a veces, queda muy alto. Huele a leña y a salchichas, porque
nunca nos acordamos de cerrar la puerta de la habitación. Pero papá dice
que estamos aprendiendo a vivir sin ella.
—Papá. Esta noche quiero verla… ―le digo bajito desde la cama.
Se
pone rígido y noto que quiere marcharse. Me siento derecha y me froto
los ojos. Le cuento despacio, y escojo las palabras con cuidado, para no
asustarlo. Los papás, a veces, no son tan valientes como parecen.
―Veamos ―sonríe, más tranquilo―. Cuando te dejo en la linde mientras yo riego, cada día se acerca una cabra y te cuenta cosas…
―Pequeña, de cuernos largos. Muy suave ―me apresuro en los matices para que vea que es cierto, y espero que no se eche a reír.
―Ya…
―Y me dice que por la noche, cuando yo duermo, ella me espera bajo la luna y también dice que me mira…
Papá
frunce el ceño. Me bajo de la cama, empujo una silla contra la pared y
abro la contraventana de madera. Miro hacia afuera entornando los ojos,
pero no se ve nada.
―Pues se toma siempre la leche que le dejo― insisto.
Mi
padre me explica que muchos animales se acercan a las casas por si
encuentran comida. Lo dice mirándome a los ojos, muy serio, como si no
me creyera capaz de entenderlo. Y yo asiento despacio, segura de que no,
él no me ha entendido a mí. Un último intento, me digo.
―Cuando se marcha, todo huele a las flores de mamá.
Papá
se levanta de mi cama y acerca sus labios a mi mejilla. Tiene la mirada
borrosa, parpadea un poco, pero no dice nada más. Sólo “duérmete,
cariño”.
Muy bonito y, a pesar de que parece fantástico, completamente reamlista en el tratamiento de los personajes. Complementa muy bien la ilustración.
ResponderEliminarGracias, Fer... reconozco que no se me ocurría nada y tiré hacia mi campo ;-). Como ves he interrumpido "la serie" porque acababa de ver que Clara ya lo había publicado (pero la próxima entrada te toca de nuevo). Besos
ResponderEliminarPrecioso micro, Rocío. Qué casualidad, también tengo uno de un papá y una nena sin mamá. Siempre ando que lo posteo y que no. Luego de leer este encanto, dudaré mas aún.
ResponderEliminarLa ilustración, una maravilla.
Besos!
Gracias Patricia, a veces las imágenes disparan la historia, pero en este caso la forcé un poco... Déjanos leer el tuyo ¿no? Muchos besos
ResponderEliminarTienes "unos niños" preciosos. Cuídalos mucho.
ResponderEliminarSaludos desde el aire
Gracias Rosa, qué comentario más bonito :-)
ResponderEliminarun relato que desborda sentimiento, sabes dibujar a la perfección esos dos mundos, el infantil y el adulto, dejándolos caminar de la mano, siendo complementarios. Precioso, Rocío. Besos
ResponderEliminarGracias Maite, guapa ¡qué ilusión!
ResponderEliminarQué ternura, Rocío. Con frases para subrayar y mecerlas en los labios y apuntarlas en la puerta del frigorífico y meterlas en medio de la agenda...
ResponderEliminarUn beso
Gracias Alberto, eres un sol ;-)
ResponderEliminarRocío, qué bien escribes el mundo de los niños... yo sé que tu tienes de donde aprender, pero es que se nota que ya sabías, que esa niña que hay en ti está muy viva, de ahí seguramente tu ternura vital.
ResponderEliminarPrecioso relato, lo leí donde Clara.
Abrazos
Muchas gracias Anita, me gusta pensar que tienes razón en lo de la niña interior... ;-)
ResponderEliminarGracias y besos
Y además en este relato se muestra que los niños sçi que saben y que los que tienen que tener mucha paciencia con los adultos y su falta de visión son ellos.
ResponderEliminarUn abrazo chiqui
Rouse, sí pobres, a veces sí. Gracias guapa y muchos, muchos besos
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